domingo, 13 de enero de 2013

Trono


No quiero sus ojos como espejos.
¡Que mis espejos sean sus lágrimas!
No hay empatía en quien no te ha visto sangrar.
Se dirigen a mí,
y sus abyectas voces me hablan de tormentos
cuando sus heridas son nimias.
Y la mía es mayor de lo que se ha de volver menor.
Se sientan en sus cimas y en su supremacía, me miran.
Desde abajo a arriba.
Y yo, viceversa, con lástima y envidia.
Luego, los lleno de sombras.
Veo en mí, un Sol encanecido.
por la estoicidad y la miseria, como un Dios mendigo.

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